"Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos"(Mt 5,3).
"Bienaventurados", porque cuando reconocemos la condición de pobreza en que se encuentra nuestro espíritu, sólo entonces puede Dios elevarnos. "Cuanto más humildes lleguéis a ser, más fácilmente podrá elevaros Mi Espíritu Santo", ha dicho el Señor en los Mensajes. Cuando nos rebajamos hasta el suelo, incluso aniquilándonos, el favor de Dios está entonces sobre nosotros. Por lo tanto, no debemos nunca cesar de poner a prueba y examinar nuestro propio yo, porque buscar ante todo nuestra comodidad y la satisfacción de nuestro amor propio puede ponernos en riesgo de distanciarnos de Dios y acercarnos a las oscuras regiones del Demonio.
Durante la mayor parte de la vida de algunas personas, el Diablo parece dejarlas tranquilas. Van a su aire y viven la vida que quieren, olvidándose del hecho de que, si existe un poder para el bien en la creación, existe también lo contrario. En realidad, el Demonio no nos molestará si estamos viviendo sin Dios y nos mantenemos alejados de una vida de oración - a menos que elijamos denunciarle, enmendando nuestras vidas y convirtiéndonos en gentes de Dios. Cuando emprendemos esas actuaciones, aparecemos inmediatamente en el radar del Demonio.
La gente de hoy, incluso personas que conozco, ignoran a menudo la existencia de Dios, pero tampoco se dan cuenta del muy auténtico poder del Diablo y sus demonios. Ese indudable poder del mal odia que estemos en comunión directa con Dios, con Jesús o con los ángeles, y hará casi cualquier cosa para tratar de impedir que la voluntad de Dios se haga en la tierra.
Cuando el Señor dijo metafóricamente que arrastra las almas al desierto, donde les muestra sus pecados y las llena de remordimiento hasta el punto de aborrecerse a sí mismas, esta experiencia, por sí misma, las lleva a ser conscientes de que Dios está por encima de todas las cosas. De ahí en adelante ninguna otra cosa contará a sus ojos como antes; las cosas que creían y estimaban importantes, se convertirán de repente en cenizas para ellas. Ya no las desean como antes, de hecho se les vuelven intolerables, porque así de poderosa es esta clase de revelación del auténtico yo.
Después de darse cuenta de que Dios es "todo" amor, "todo" compasión y "todo" comprensión, y de que es nuestro Padre, y después de que Dios las ha llevado al verdadero arrepentimiento, el Demonio, que es una fuerza totalmente opuesta, mostrará su furia a esas almas que se le han escapado, con rabia y amenazas de destrucción. Les hará la guerra para volvérselas a ganar, sacándose de la manga toda clase de métodos. Por eso es aconsejable estar familiarizados con los Santos Sacramentos de la Iglesia y convertir nuestra vida en una oración incesante. Desde el momento en que les fueron mostrados sus pecados y se arrepintieron, las almas deben tratar con todas sus fuerzas de resistir a la tentación: en otras palabras, resistir al Demonio.
Para la mayoría de la gente, hoy día, toda la comprensión de la realidad del Demonio parece una invención medieval o una clase de superstición. Pero debemos entender, como lo hace cualquiera que eventualmente reconoce a Dios, que aparte de la manera en que nos representamos al Demonio, no hay la menor duda de su realidad y su presencia en nuestro mundo. El Demonio lo impregna todo y está tan presente en nuestro mundo como lo está el amor de Dios. De hecho, para muchas personas es más real.
Es cierto que apenas nos damos cuenta siquiera de que el Diablo está a nuestro alrededor, pero ése es su último truco. Su truco es esconderse y acercarse a nosotros desapercibido, pretendiendo no existir. Sin embargo, cuando vemos hoy el espíritu de rebelión que ha entrado en los corazones de las criaturas de Dios, y cómo han caído en la apostasía, y cómo se ha vuelto el mundo aún más malvado, cuando uno mira esas cosas con ojos espirituales, no puede negar la presencia de Satanás.
Me crucé con las palabras del Padre Marie-Eugène que escribió un libro titulado "Soy hija de la Iglesia". En ese libro, el P. Marie-Eugène dice: "Lo que está en juego en este encuentro entre lo humano y lo divino, entre la pureza de Dios y la impureza del alma, es demasiado importante para que el Demonio no intervenga en ello con todo el poder de que dispone."
He aprendido que el Demonio tiene también otro nombre: se le llama El Acusador, porque, el Día del Juicio nos acusará de cada pecado que hayamos cometido, mientras que Jesús nos estará justificando. Actualmente, cuando me encuentro con gente y converso con ellos sobre esos temas del bien y del mal, aunque veo que algunos muestran señales de no creerme, dedicándome una sonrisita, yo les advierto que tengan mucho cuidado de no hacer tonterías y engañarse, creyendo que el Demonio no existe.
A veces nos encontramos con actividades demoníacas extraordinarias que van de la mano con problemas mentales. El Diablo es un gran engañador; es un estratega y un legalista. Si encuentra cualquier resquicio en nosotros, ya sea por nuestro estado de pecado, nuestras faltas o nuestra debilidad, o si somos presa de una maldición, él, como buen legalista, dirá que tiene todo el derecho de hacer su sucio trabajo en nosotros, y a través de nosotros. Cada debilidad natural es como un imán que puede atraer a los demonios hacia nosotros. Satanás puede emplear muchos métodos diferentes para sorprendernos con la guardia baja. Puede venir como un ángel de luz, y puede imitar la acción de Dios. Pero aunque se presente bajo la forma de Jesús o de un ángel, no puede jamás simular la gloria y el brillo que irradia la presencia de Dios. Es sabido que Satanás es como un perro rabioso que está atado y no se puede acercar a ti, a menos que tú te acerques a él.
Cualquiera que le arranque almas, llevándolas a Dios, se convierte en una amenaza para él. Ésta es una de las razones por la que nunca pierde cualquier ocasión de apuntar hacia esas almas. Muy a menudo utiliza personas para sus propósitos; de la misma nada puede producir un acto de acusación para arruinar completamente al que quiere golpear. Pero eso no es todo; uno de sus actos más malvados consiste en sugerir en el alma "dormida" toda clase de ideas que producen en ella agitación y total inquietud, arrancándole toda la paz interior; por eso debemos permanecer alerta y cerca de Dios mediante la oración. No dejéis que os encuentre dormidos.
¿Por qué he pensado en hacer este retiro sobre este tema? He creído que es hora de compartir con otros la realidad del bien y del mal, de los ángeles y de los demonios, porque no son un mito ni han sido inventados por las Escrituras o cualquier otro libro santo para responder a las inquietudes del alma de la gente, ni tampoco para que reine la paz y el orden en nuestra sociedad y en la vida de las personas, sino que las Escrituras dicen la verdad. Hemos aprendido que multitud de ángeles cayeron, y más tarde cayó también el alma humana, y su caída atrajo el sufrimiento, el pecado y la muerte. Si no fuera por Dios, que ordenó que se hiciera la luz, y apareció la luz, todo el mundo espiritual se hubiera convertido en un caos y hubiera sido absorbido en un agujero negro, como lo son los asteroides que desaparecen.
Mucha gente, hoy día, prefiere no hablar de ello ni creer que el infierno existe como lugar concreto, mintiéndose a sí mismos y diciendo que el infierno está dentro de nosotros, cuando somos malvados o estamos atravesando un mal momento. San Padre Pío, dirigiéndose una vez a un hombre que afirmaba que no creía en la existencia del infierno, le contestó secamente: "Creerá en él cuando esté allí". El infierno fue creado después de la caída de los ángeles, después de la batalla entre San Miguel y Lucifer con sus adeptos. Ése es su dominio. Par empezar, tenemos que creer aquí en el mundo espiritual, tenemos que creer en lo sobrenatural, porque no significa que las cosas que no vemos con nuestros propios ojos, no existan. El cielo y el infierno existen. Se nos han dado y aún se siguen dando demasiadas señales de lo sobrenatural a personas normales, no a lunáticos, para que las ignoremos y les demos la espalda. La mayoría de la gente evita hablar de estas cosas y prefiere cambiar de tema o taparse los oídos. Si tienen miedo, significa que creen pero no quieren entrar en ese tema por distintas razones.
El 7 de marzo de 1987, nuestro bondadoso Señor me llamó para darme una visión del infierno. Dijo: "Quiero que escribas todo esto; quiero que Mis hijos entiendan que sus almas viven y que el mal existe. Todo lo que se ha escrito en Mi Santa Palabra no es mito. Satanás existe y busca la ruina de vuestras almas."
Durante estos años he aprendido una cosa interesante: que un demonio de rango superior puede imponerse y dar órdenes a un demonio de rango inferior para que las obedezca. Por ejemplo, cuando alguien está poseído por demonios de rango inferior y esa persona es exorcizada, el exorcista que ordena a esos demonios que se vayan no lo consigue a veces inmediatamente, aunque ellos quisieran salir de esa persona - porque también sufren quedándose en esa alma -, pero permanecen en ella porque recibieron órdenes de demonios de rango superior para que aguantaran allí.
Tenemos que ser conscientes ahora de que dar pie a Satanás supone darle derecho a entrar. La gente pregunta: "¿Qué clase de pie?" Los pecados. Pecados acumulados cada día, como falta de caridad, dureza de corazón, falta de perdón, orgullo, hostilidad, calumnia, difamación, prejuicios y arrogancia. Satanás, como he dicho antes, es un legalista. Bajo esas circunstancias, dirá: "¡Ah, ésos son mis pecados favoritos y tengo derecho legal a habitar en esas regiones, porque me pertenecen!" Pero podemos socavarlo con la confesión. La confesión es también un poderoso acto de exorcismo.
Nuestra vida, pues, conscientes de que el mal existe efectivamente, debería girar en torno a Dios y en torno al amor divino, porque el amor une al alma con Dios y la pone bajo Su protección. Un alma no puede vivir sin Dios, sino que toma su vida de Dios; sin Dios nuestra mesa está vacía, pero con Dios nuestra mesa está llena. Toda persona que desee la salvación, sentirá la necesidad de arrepentirse, y Dios escuchará su arrepentimiento. Podemos ser liberados, sanados y protegidos del veneno del pecado y del maligno, si nos humillamos y reconocemos que el único remedio a nuestros males e infortunios es cambiar nuestros corazones mediante el arrepentimiento, y vivir una Verdadera Vida en Dios.
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